En familia celebramos cada vez que llega un nuevo integrante, unos piensan que tiene el cabello como la mamá otros que tiene la nariz de uno de los abuelos, el papá dice que es igual a él y así ese bebé es incluido al clan con algo que le caracteriza.

Es por eso, que los padres debemos estar conscientes que aunque criamos a nuestros hijos con los mismos valores y bajo el mismo techo, ellos no se parecen y hay que respetar esa individualidad, que nos expresan constantemente en sus gustos y actitudes.

El problema se presenta cuando comenzamos a compararlos dentro o fuera del hogar… Existen innumerables casos, por los que pueden iniciarse esas comparaciones que son molestas y tan incómodas. Los padres las hacen a veces sin darse cuenta o creyendo, que al hacerlo harán reaccionar o cambiar la forma de ser de sus hijos.

El que tu hijo mayor sea muy desordenado o tu hijo menor sea excelente estudiante, no te da el permiso para decirles que uno debe hacer las cosas como el otro preguntándoles, por que uno no es como el otro o viceversa, sabiendo que ambos tienen habilidades, destrezas e intereses diferentes. Los padres debemos descubrir cómo estimular y promover mejores conductas, sin necesidad de compararles creando rencillas o rencores entre ellos, que se originan de forma externa.

Actualmente, se escuchan términos como acoso, bullying o recordamos “el chalequeo” y creemos que solo se pueden sufrir en el entorno escolar o laboral, pero éstos se pueden presentar también dentro del ámbito más cercano con los padres, hermanos, primos o amigos…

Desde pequeños los niños son llamados “gordito”, “enanito”, “negrito”, “rarito” o con diversos apodos, que se originan por características físicas o formas de comportarse… algunos son peyorativos y otros no, pero igual los utilizamos para distinguirles dentro de la familia o el grupo, incluso pueden llegar a generar incomodidad en los que son nombrados con esos adjetivos. Por eso, debemos comprender que esas etiquetas no son beneficiosas y van haciendo mella en su autoestima.

Los padres deseamos que los hijos sean independientes, seguros y que se comporten de la mejor forma con los que están a su alrededor, pero si desde el hogar no reciben ese ejemplo y más bien los exponemos a mensajes que están en su contra es difícil que puedan lograrlo, porque es allí donde ellos esperan y tienen el derecho de encontrar protección.

Cuando hablamos de empatía, no sólo es importante sentirla hacia otras personas que están sufriendo por causas de la guerra, la pobreza o enfermedades. Es importante ponernos en el lugar del otro en el hogar y especialmente con nuestros hijos, recordando los problemas que teníamos a su edad y que ahora ellos afrontan, encontrando así la forma de educar sin menospreciar sus vivencias.

Tus hijos necesitan de tu apoyo, disciplina y cariño, todo eso se lo puedes brindar a través de una crianza en positivo conversando con ellos, creando espacios para conocer sus talentos o dificultades, demostrándoles que sus padres y hermanos están para compartir alegrías y también dificultades, porque todo se puede resolver como familia. No es una tarea sencilla, pero vale la pena intentarlo y tratar día a día ser mejores formadores de ciudadanos que se sientan bien con ellos mismos y puedan ser empáticos con los demás.

Lislet Núñez

@webchiquiticos