“No se preocupe, no todos los niños se desarrollan de la misma manera”…
“Todavía es temprano, esperemos unos meses”…
“Los varones empiezan a hablar más tarde”…
Estas expresiones que comúnmente empleamos los profesionales en el área, y aunque pueden ser correctas para muchas situaciones dentro del desarrollo infantil, en ciertas ocasiones pueden posponer el diagnóstico e intervención temprana del autismo y otros trastornos del desarrollo y la comunicación.
Los primeros tres años de vida son críticos en el desarrollo del futuro potencial. Una intervención temprana puede modificar, de manera notoria, el curso de evolución de un trastorno del desarrollo. Incluso condiciones severas como el autismo pueden responder muy favorablemente a la estimulación, promoviendo unas mejores expectativas de desempeño en el futuro, cuando este diagnóstico se hace de manera temprana.
El término “autismo” generalmente evoca a una persona con los síntomas más severos de este trastorno; sin embargo, el autismo es un espectro que cubre un amplio rango de trastornos que pueden ir desde las formas más severas como el autismo clásico, hasta las formas más leves como el autismo de alto nivel de funcionamiento, síndrome de Asperger o los casos de trastornos del desarrollo no especificados (autismo atípico). Este amplio espectro es conocido como Trastornos generalizados del desarrollo o trastornos de espectro autista. Adicionalmente, cada persona con un trastorno del espectro autista presenta una configuración única de síntomas que las diferencia notablemente de otra persona con el mismo diagnóstico; esto se debe a que cada uno de los síntomas pueden variar notablemente en frecuencia e intensidad.
La incidencia del autismo y otros trastornos del espectro autista se encuentra en constante aumento en todo el mundo. Hace veinte años, nacía un niño con autismo por cada 10.000 nacimientos. Hoy en día se diagnostica un niño con autismo por cada 88 niños que nacen, siendo este trastorno más frecuente en la población pediátrica, más que el cáncer, la diabetes y el Síndrome de Down. El autismo se presenta de manera más frecuente en los niños que en las niñas y no conoce las fronteras raciales, étnicas y sociales. El ingreso económico, el modo de vida y los niveles educativos de la familia, no afectan la probabilidad de aparición.
El autismo es un problema de origen orgánico, y a pesar que en los últimos años han aparecido variadas alternativas de tratamientos médicos (dietas, suplementos vitamínicos, medicación, tratamientos por desintoxicación de metales, etc), los resultados de estos procedimientos no han sido consistentes en la población de personas con autismo, por lo que hoy en día se puede considerar que el autismo aún no tiene cura, y hasta que la ciencia médica no avance lo suficiente para encontrar la clave de este enigma y su correspondiente intervención, el tratamiento desde el punto de vista educativo y terapéutico sigue siendo la base fundamental de los programas de apoyo para las personas con autismo. Con un diagnóstico adecuado y las estrategias apropiadas de intervención, lo más temprano posible en la vida del individuo, se pueden lograr avances significativos en el desarrollo que le permitan a la persona manejarse en forma productiva e independiente en sus comunidades.
Su detección en niños pequeños puede ser difícil, especialmente cuando se trata de un caso leve, haciendo que el diagnóstico se realice más tarde, cuando las discrepancias entre el desarrollo del niño y el esperado para su edad se hacen más evidentes.
Según el manual estadístico de diagnóstico de trastornos mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM-IV), los trastornos generalizados del desarrollo presentan tres principales aspectos deficitarios: la socialización, la comunicación y la conducta e intereses estereotipados, limitados o atípicos. Por lo general, la manifestación de síntomas de estos trastornos se hace más evidente hacia la edad de tres años, cuando se observa ya una notable discrepancia en los aspectos de comunicación, socialización y juego, con respecto a lo esperado para la edad. No obstante, sutiles señales de alerta comienzan a presentarse incluso antes del primer año de edad, pasando en muchos casos inadvertidas por profesionales e incluso por los mismos padres, en particular cuando estos últimos no han tenido otras experiencias previas en la crianza de niños.
A continuación encontrarán un listado general de los indicadores de riesgo de trastornos del espectro autista que pueden observarse en niños pequeños.
SEÑALES DE ALERTA:
Las siguientes son indicadores de RIESGO de autismo u otro trastorno del espectro autista. Si un niño presenta varias de estas señales de alerta, debe referirse de inmediato a una evaluación especializada:
– No presenta sonrisa social u otras expresiones de afecto o regocijo a los seis
meses o poco después
– No hay intercambio (emisión e imitación) de sonidos, sonrisas y otras expresiones faciales a los nueve meses o poco después
– No hay balbuceo a los doce meses
– No hay gestos con intención comunicativa como alzar los brazos para ser cargado, señalar, apuntar, mostrar o hacer el gesto de “adiós” con la mano a los doce meses
– No pronuncia palabras con sentido comunicativo a los dieciséis meses
– No pronuncia frases de dos palabras con sentido y de manera espontánea a los veinticuatro meses.
– Cualquier pérdida de lenguaje, balbuceo o destrezas sociales a cualquier edad
Fuente: Greenspan, S.I. (1999) Building Healthy Minds, Perseus Books; Filipek, P.A. et al. Practice parameter:
Screening and Diagnosis of autism. Neurology 2000, 55: 468-79.
Es importante destacar que la presencia de algunos de estos rasgos no implica automáticamente un diagnóstico de autismo. Lo que sugiere es un alerta de riesgo por lo que debe referirse el menor a una evaluación especializada.
El propósito de la detección de señales de riesgo de autismo, tan pronto como sea posible, es facilitar una rápida referencia a una evaluación diagnóstica completa y que les sean aplicados los tratamientos necesarios. La presión a favor de la identificación temprana proviene de la evidencia reunida durante los últimos años, la cual nos demuestra que una intervención temprana intensiva conduce a una mejoría en el pronóstico de la mayoría de los niños con autismo, incluyendo el lenguaje en un 75% o más, y significativos incrementos en progreso evolutivo y rendimiento intelectual.
Ya que no hay en la actualidad ningún marcador biológico o examen de laboratorio que permita detectar el autismo, el diagnóstico debe realizarse por un equipo de profesionales especializados en el área, comenzando por un Neuropediatra y psicólogo clínico. Estos profesionales focalizan su atención en la observación de la conducta actual del niño y en el reporte de desarrollo que ofrecen sus padres y cuidadores. El proceso de diagnóstico del autismo es multidimensional y por este motivo requiere ser realizado con evaluación formal e informal, con pruebas estandarizadas y observación del funcionamiento, para poder tener tanto el diagnóstico como el tipo de intervención más indicada para el caso particular.
El diagnóstico más allá de una “etiqueta” o “clasificación” del niño o niña, ofrece un panorama más claro de la realidad del menor, con sus fortalezas y debilidades, los cuales son fundamentales para diseñar un plan de atención global en el que se consideren todas las áreas de intervención, y se tomen en cuenta los especialistas que formarán parte del equipo de tratamiento del niño, así como las orientaciones específicas para el apoyo y estimulación en el hogar y escuela.
Por el bienestar del niño y de su familia… Si tiene alguna preocupación, dé el primer paso… Acuda a una evaluación especializada!!!
Fuente: Lic. María Isabel Pereira.
María Isabel Pereira es una mamá muy cálida y una persona con una gran calidad humana que reconforta a todos los que le conocemos, siendo muy especial con los niños que evalúa, así como apoyando y guiando a sus padres. Además es Licenciada en Psicología de la Universidad Católica Andrés Bello (Venezuela), posee el título de Magister en Psicología del Desarrollo Humano que cursó en la Universidad Central de Venezuela y se formó como Especialista en Trastornos del Espectro Autista en UST en Estados Unidos, cuenta con innumerables cursos y actualizaciones de su especialidad realizados nacional e internacional. Es coautora del Libro Trastorno del Espectro Autista Una Visión Multidisciplinaria de la Sociedad Venezolana de Neurología donde desarrolla el capítulo de Intervención Psicológica. Actualmente es la Directora de la Institución Educativa Autismo en Voz Alta.
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