Nuestro organismo cuenta con muchos mecanismos de defensa naturales para enfrentarse a las agresiones de agentes externos o internos que pueden dañarlo, como virus, bacterias, hongos, células cancerígenas y sustancias tóxicas.
La elevación de la temperatura corporal como respuesta a estas “invasiones” es la fiebre. Al aumentar la temperatura el cuerpo busca acabar con los agresores iniciando además una respuesta inmune. Lamentablemente asociado a la fiebre se presentan otros síntomas muy molestos como dolor de cabeza, dolor muscular, dolor articular, malestar general, decaimiento -el cuerpo demanda reposo para recuperarse- y en el caso de los pacientes pediátricos susceptibles, las temidas “convulsiones febriles”. Es por esta última razón que se busca bajar la fiebre con antipiréticos (medicamentos) y/o medidas físicas, NO porque la fiebre sea en sí grave ni representa un peligro para el paciente.
La fiebre es un signo y un síntoma, no es una enfermedad en sí, es una respuesta fisiológica para aumentar la eficacia de nuestro sistema inmune. Al elevarse la temperatura, el cuerpo dificulta el crecimiento bacteriano y la replicación viral; NO le teman a la fiebre, es nuestro cuerpo dando un alerta. Así que lejos de ser nuestra enemiga, puede resultar incluso nuestra aliada al avisarnos de que algo está pasando con la salud de nuestros pequeños.
¿Cuándo debemos preocuparnos y acudir por atención médica de inmediato?
- Si el bebé es menor de 3 meses
- Si el bebé o niño tiene alguna enfermedad de base, condición médica especial, ejemplo una cardiopatía o toma alguna medicación
- Si hay síntomas asociados como vómitos, tos, diarrea, lesiones en piel, y/ o dolor
- Si la duración es superior a 72 horas
- Si el bebé o niño luce decaído (inclusive al bajar la temperatura), no se alimenta, o no juega ni interactúa con el entorno
- Si se asocia a convulsiones
- Si papá o mamá tienen duda o temor
- Es importante siempre mantenerse en comunicación con su pediatra de confianza quién es la persona indicada para orientar sobre la conducta oportuna a seguir.
Fiebre no es igual a antibióticos
Uno de los mitos más frecuentes, es que los padres piensan que en todo proceso febril se debe usar antibióticos, sin embargo eso es falso, ya que la mayoría de los cuadros infecciosos en la infancia son causados por virus, para los cuales, con contadas excepciones, sólo puede indicarse tratamiento para los síntomas y esperar que el sistema inmune cumpla su trabajo y haya mejoría clínica.
¿Qué pasa si se da antibiótico y no lo necesita?
Estos medicamentos no solo “matan” a las bacterias malas, también reducen la población de bacterias “buenas” que constituyen una de las barreras de defensas más importantes. Además de que cumplen funciones biológicas esenciales inclusive en el desarrollo neurológico y metabólico del individuo.
Aumentan la Resistencia Bacteriana: mientras más antibióticos usemos, las bacterias aprenden a tolerarlos, mutan y logran mecanismos que les permiten escapar de su acción, por lo que se hacen más fuertes y difíciles de tratar, agotando opciones en futuras infecciones que van a requerir medicamentos más potentes o tratamientos combinados y prolongados.
Como todo medicamento, puede generar efectos secundarios y son costosos.
Así que todo antibiótico debe ser indicado por un médico que haya evaluado al paciente y tenga una sospecha o conclusión diagnóstica. Es importante además una buena comunicación con el profesional que permita vigilancia de la evolución y consideración de decisiones, individualizando cada caso, NUNCA automedicarse.
¡Dar antibiótico no es cualquier cosa!
Artículo escrito por: Dra. Morella Martínez de Herrera
Pediatra y Puericultor. Secretaria de información y difusión de la Filial Nueva Esparta
Puede leer esta información en los siguientes links: www.svpediatria.org/secciones/comunidad/articulos-para-la-familia/articulo/?id=95 y www.svpediatria.org/secciones/comunidad/articulos-para-la-familia/articulo/?id=84 revisados por Mischiquiticos.com en Junio de 2018.
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