Por cierto, las destrezas básicas que se necesitan para proveer cuidados de calidad a los niños se aprenden por imitación – lo que observamos en nuestros entornos de socialización y lo que vivimos con nuestros propios padres –, por conocimiento adquirido y por el aprendizaje natural que da la propia práctica.

La jerga reciente sobre el desarrollo infantil ha venido incorporando más marcadamente la idea de la formación parental. No son pocas las intervenciones que se autodenominan “escuelas para padres” y se ofrecen en centros infantiles, centros educativos y de salud. Incluso algunas políticas de apoyo al desarrollo infantil y varios de los programas implementados en esta área, establecen como una de sus líneas fundamentales la generación de acciones para la formación de capacidades y competencias parentales. Pero, ¿a qué nos referimos con esto?

Se trata de las capacidades prácticas de los padres y cuidadores, para proteger y educar a sus niños, generando contextos de protección, afecto y seguridad propicios a un desarrollo saludable. Se trata de aquellos referentes familiares que son los responsables del cuidado y crianza de los niños y que interactúan con ellos de manera recurrente. Pero no se trata de cualquier capacidad ni es tan obvio de qué forma éstas pueden ser desarrolladas o fortalecidas.

Para el connotado neuropsiquiatra Jorge Barudy, las habilidades parentales más importantes son aquellas que permiten generar contextos de buen trato, principalmente la capacidad de apego, la empatía, la capacidad de asimilar modelos positivos de crianza y la capacidad de participar en redes sociales y utilizar recursos comunitarios. Es más, el experto menciona 4 dimensiones que considera de alta incidencia en la generación de contextos nutritivos y de reafirmación positiva para el niño:

  1. El afecto, que es la cualidad esencial de cualquier forma de interacción basada en el buen trato.
  2. La comunicación, pues cuando existe un ambiente de respeto, empatía y escucha mutua, se genera un dominio educativo bientratante.
  3. El apoyo que los padres y cuidadores proveen en los procesos de desarrollo y las exigencias de madurez, lo cual se traduce en la generación de estímulos positivos, gratificaciones y desafíos que promueven en los niños el sentido de logro.
  4. El control, ya que los niños necesitan aprender a reconocer fronteras, manejar su impulsividad y desarrollar tolerancia a la frustración.

Si desea leer este artículo de forma completa, puede hacerlo en el link: Nadie nace sabiendo cómo ser mamá o papá… ¡pero se puede aprender!.

Autor del contenido: Patricia Jara es socióloga en la División de protección social y salud del Banco Interamericano de Desarrollo. Su trabajo en el BID esta relacionado con políticas y programas dirigidos a poblaciones en situación de vulnerabilidad..

Fuente: Blog Gente Saludable

Este artículo fue cedido por el Blog Primeros Pasos de la División de Protección y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo, fue revisado por Mischiquiticos.com en Noviembre de 2014.

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