En Diciembre de 2013 me sometí a una operación, era un tema algo serio porque me hicieron una craneotomía ya que tenía un tumor óseo en la cabeza, suena algo complejo, gracias a Dios podía tratarse y todo salió muy bien.

Mientras arreglaba todo los procesos administrativos para la operación no dejaba de pensar en mi hijos… fue en pleno período de vacaciones escolares y Navidad, mi esposo también tomaría unos días libres de su trabajo así que la recuperación sería todos juntos en casa. Tomé la decisión de operarme en esa fecha, primero porque iba a poder tener el apoyo de mi esposo en la logística con los niños y yo también podía estar un poco más desahogada con la atención al portal y redes sociales (esto último no se cumplió por completo… aunque mi esposo hizo todo lo que pudo para que no trabajara…).

La fecha de mi operación era el último día de musicoterapia de mi hijo mayor, que asiste a varias terapias en la semana por tener problemas de desarrollo y le dije a mi esposo que por favor lo llevara, cuadré con mi mamá para que estuviera conmigo en la clínica porque no quería cambiar la rutina de mi pequeño, aun cuando mi esposo no quería dejarme sola, pero entendió mi deseo y estuvo todo ese día con nuestros hijos, llamando constantemente para saber de mi.

Lo que más recuerdo de ese día fue la preparación del personal de enfermeras y anestesiologo, porque la última vez que había ido a un quirófano fue cuando nació mi hijo menor, mi esposo había estado acompañándome y fue un día de gran emoción. Para esta operación las enfermeras fueron muy amables pero nadie tenía esa expresión de alegría al esperar el nacimiento de un bebé… la anestesia era total y no epidural, así que mi ansiedad era muy diferente.

Antes de entrar a quirófano comencé a pensar: me van a dormir completamente, me van a abrir la cabeza para sacar algo que no debería estar allí… y recordaba: esta es la hora que los niños deben estar merendando, se habrán comido todo, habrán hecho su siesta… Era imposible concentrarme en lo que me pasaría porque al ser mamá, estar pendiente de los hijos es algo automático.

Unos minutos antes que me durmieran sentí un terror que nunca había experimentado antes, porque pensé en mi hijos sin mi. Siempre he sido una persona positiva, que piensa en la resiliencia como un estilo de vida y veo siempre lo bueno de las situaciones complicadas, creo que era humano y normal mi temor, toda cirugía implica riesgos… Nos dicen que no somos imprescindibles (trabajo, proyectos), pero en la maternidad y para nuestros hijos sí lo somos, sobre todo cuando están chiquiticos y allí acostada pensaba: yo sé cómo les gusta su comida y si no se la quieren comer conozco los trucos para que lo hagan con una gran sonrisa, esperan mi beso de dulces sueños todas las noches antes de dormirse, los abrazo mil veces por día, cuando se sienten mal solo quieren estar conmigo… y me di cuenta que desde que soy mamá he tenido las vivencias más importantes de mi vida al lado de esos dos chiquiticos…

Cuando me desperté en el área de recuperación fui feliz, no me habían dicho cómo estuvo la intervención, ni qué debía hacer en el período de mi recuperación o cuándo me quitarían los puntos, pero simplemente estaba de vuelta e iba a poder estar para mis tesoritos… Además, pensé en las madres que se somenten a operaciones (algunas necesarias y otras estéticas) y entendí lo que pueden sentir antes de entrar a un quirófano, en verdad es una mezcla de un millón de sensaciones que no experimentas sino has estado en esa situación o en una condición de peligro.

Fue excelente saber que todo había salido super bien, pero lo mejor de ese día fue ver a mis pequeños, ellos me miraban extrañados al principio porque tenía gazas y vendajes en la frente, sabían que era yo con algo raro así que se me ocurrió explicarles que los doctores me habían curado (para no entrar en detalles del procedimiento o la palabra «operar») y que ahora tenía esas telas blancas como los superhéroes usan cosas especiales en sus cabezas, creyendo que no les convencería mucho pero fue todo lo contrario, mi hijo mayor que ya hablaba un poco se contentó y me dijo: ahora eres una superheroína… Los días de la recuperación se portaron bien, mi esposo y familia también.

Hoy en día cuando uso gorras o la pijama del día de la operación mi hijo mayor me dice: eres superheroína, haciendo que me derrita de amor por él y por su hermanito…

Lislet de Ponte

Caracas, Venezuela

ldeponte@mischiquiticos.com