En la actualidad no hay madre que no tenga como objetivo, generar para sus hijos herramientas  sólidas de inserción social, que permitan a futuro a sus pequeños lograr “UN ESPACIO EN LA COMUNIDAD DONDE VIVEN”.

Esta tarea impulsada por el amor y protegida por el sentido de supervivencia de la especie, se ve acrecentada, cuando el niño cursa con una discapacidad intelectual. Y es que pareciera que en la escala zoológica solo hay espacio para los más fuertes, para los mejor dotados, sin tener en cuenta que ser fuerte y mejor dotado son características que existen porque hay débiles y menos dotados, pero: ¿quien estableció cuál es la medida correcta?

Todos los días llegan a mi consultorio madres cuyos niños tienen diagnóstico de Retardo mental en busca de orientación.  Esta condición se caracteriza por una capacidad intelectual deficiente y por una capacidad de aprendizaje insuficiente que compromete el logro final. Este trastorno, tiene una gradación en severidad, medida en función de la capacidad intelectual y la capacidad de adaptación social,  siendo más frecuentes las condiciones de compromiso menor, limítrofes, leves, educables y entrenables respectivamente.

Esto  se traduce  en primera instancia en dificultades para  el aprendizaje dado el diseño curricular masivo ofrecido por nuestro sistema de educación regular, aunado a que existen pocos profesionales entrenados y sensibilizados, para la identificación y manejo de dichas dificultades y en la necesidad de apoyo y promoción de éstos niños.

Así comienzan padres y representantes la difícil búsqueda de escuelas donde el maestro de aula promueva la tolerancia a las diferencias y el respeto por los valores humanos, pues las capacidades adaptativas en la mayoría de éstos niños con Retardo leve  y una eficiente presencia familiar,  les permitiría  mantenerse  bajo escolaridad regular, entre niños sanos, con apoyo psicopedagógico  paralelo o a través del aula integrada con adecuación curricular , ya que les tocará vivir más adelante entre los que nos llamamos intelectualmente competentes.

En segunda instancia, nos enfrentamos al problema de corte social que lejos de ser  generado por las limitaciones del niño en cuestión, son el producto del prejuicio malsano, la ignorancia en su máxima expresión, el pobre compromiso con la tarea educativa, no solo de maestros desinformados, también de representantes  que torpemente segregan  al niño con discapacidad y se atreven a negar un espacio compartido en las aulas de clase con sus hijos. La pregunta  que hacemos como reflexión es: ¿ y si éste niño fuera su hijo?.

Más allá del concepto médico, psicológico ó psicopedagógico, está  el correcto sentido de la vivencia en comunidad. Entonces sabríamos identificar el justo valor de cada persona intelectualmente integra o nó, y  favoreceríamos su incorporación, daríamos espacio a su aporte, cargado de nobleza, inocencia y hasta verdadero sentido ciudadano.

Fuente del contenido: Dra. María Angelina Lacruz Rengel, Neuropediatra

Fuente del artículo: Sociedad Venezolana de Puericultura y Pediatría  Rif J-00125393-9

Este artículo fue cedido por la Sociedad Venezolana de Puericultura y Pediatria, fue revisado por Mischiquiticos.com en Abril de 2014.

Les invito a conocer éste y otros artículos muy valiosos que ofrece la Sociedad Venezolana de Puericultura y Pediatría para el Gremio Médico y público en general  a través de su página svpediatria.org