Cada nuevo ser humano va encontrando, entre sus padres y cuidadores, un entorno donde funcionan determinadas formas de aprender y comportarse. Desde la familia, se sientan las primeras bases de la seguridad, los afectos y la empatía. En su seno, los niños van probando maneras de relacionarse con “el otro”.

Pensemos por un momento en nuestro papel: somos su primera referencia de “ese otro” y entonces, su primera idea del exterior. Vamos siendo también el primer vínculo con ese mundo que está fuera, que sienten cuando salen a la calle y que a ratos, también ven en la televisión. Somos mediadores. Una ventana a través de la cual pueden contemplar distintos paisajes. Y luego, somos un puente que les permite llegar a ellos.

Todas éstas son ideas muy poderosas sobre todo cuando hablamos de padres y familias de niños con dificultades o problemas en su desarrollo. Cada día de nuestras vidas está repleto de ensayos. La crianza implica aprender constantemente cómo llevarles de la mano hasta esos otros entornos que les ayudan a fortalecerse… y traerlos de vuelta a casa.

Cuando hay situaciones de crisis y se presentan manifestaciones en la calle, disturbios, protestas… esto altera nuestra vida familiar,  nervios en casa, cambios en nuestras actividades y aunque sabemos que no hay una familia igual a otra, surge una misma pregunta: ¿Qué podemos hacer para mediar entre el conflicto que nos rodea y el bienestar de nuestros niños?

  • Traten de explicarles de manera sencilla lo que sucede en su entorno. Empiecen preguntándoles qué piensan o que sienten. No todos sabrán expresarse. Tal vez dibujar les ayude. Dependerá de sus destrezas… pero estén atentos de lo que comunican y complementen lo haga falta. Procuren ser equilibrados. No dramaticen. Pero tampoco simplifiquen: Comprender la política implica comprender conceptos muy complejos. No se trata de apoyar a un equipo de fútbol. Todo a su tiempo. Muchos de ellos, serán capaces de ir desarrollando su propio criterio, a medida que crezcan y acumulen otras experiencias
  • Mientras tanto, traten de mantener su rutina regular. La recomendación general es cuidar horarios de sueño, alimentación y actividades. La misma hora para ir a la cama. Si no van a la escuela, podrán dormir un poquito más en la mañana, pero no tanto. tener su misma rutina de desayuno y luego trabajo guiado. Procúrenles compañía de un adulto para hacer tareas. A veces, funciona muy bien un hermano mayor o alguno de los padres. Descansos en lugar de recreos. Meriendas. Vean estos días como oportunidades: No siempre tenemos tiempo de conocer de cerca qué les gusta hacer, qué no, cuáles son sus fortalezas y cuáles, sus debilidades. Podemos beneficiarnos de esta experiencia, tanto como ellos
  • Si no pueden llevar a los niños al colegio, busquen formas de comunicarse con sus maestros y especialistas, por teléfono o por correo electrónico y consulten: ¿Qué estaban aprendiendo cuando estaban asistiendo a clases en sus actividades escolares? ¿Qué podemos hacer en casa? ¿Qué podemos practicar? Pidan ideas
  • Si es posible, traten de cumplir con sus actividades complementarias y terapias. Asistir a las sesiones de manera constante es muy importante para obtener buenos resultados en niños con capacidades diferentes
  • Traten de utilizar el tiempo libre en actividades placenteras. Se sabe que las tareas creativas y la satisfacción tranquilizan. Así que anímense a dibujar, pintar, jugar con plastilina
  • En la medida que puedan, dedíquense a alguna actividad física: caminatas, deporte, baile. Si el niño asiste a terapia ocupacional, estén atentos a las sugerencias de sus especialistas. Con más tiempo libre ahora, pueden hacer nuevos ejercicios
  • En los ratos que compartan con ellos, apaguen la televisión, suelten el teléfono, el celular o la computadora. Mírenles a los ojos. Procúrenles reconocer sus logros, de forma auténtica. Establezcan una verdadera comunicación
  • Según algunos trastornos y formas de desarrollo auditivo, hay niños que pueden resultar sensibles al ruido y a manifestaciones como los cacerolazos. Busquen la habitación más aislada para pasar el rato o aprovechen para bañarlos con agua tibia. Déjenlos jugar con un poquito más de jabón y espuma. Una buena ducha ayudará a mitigar el ruido exterior… y a calmarlos
  • Invéntense una nueva rutina para ir a la cama: leer juntos uno o dos cuentos, mirar con calma las ilustraciones, escuchar música relajante, hacerse un masaje con crema de rico olor. Es preciso “atrapar el sueño” en calma. Dedíquense especialmente a ello
  • Si ya el niño duerme solo, padres traten de no traerlo de vuelta a su habitación o su cama (si no es preciso por alguna razón de peligro). En su lugar, si es necesario, procúrenle un peluche o una almohadita para acompañar las noches. A veces, es buena idea dejar una lamparita pequeña encendida. Generalmente, el miedo es como una fea criatura que va creciendo. Si lo atrapamos pronto, no crece más
  • Si conversan sobre política en casa y tienen diferencias entre ustedes, procuren dialogar y eviten la confrontación. Eviten exponerlos a situaciones de búsqueda angustiosa y violencia verbal o física. Por ejemplo, traten de no llevarlos al mercado y eviten discutir en su presencia. Pueden asustarse. Siempre que sea posible, ahórrenles esas experiencias
  • Tampoco es recomendable que lleven a los niños a marchas y manifestaciones. Con o sin discapacidad, no tendrán la misma posibilidad de protegerse o cuidarse, en caso de peligro
  • Eviten usar su imagen para apoyar posturas políticas o como expresión de un compromiso personal “heroico”. Hacer alarde de lo que se supone que no son capaces, es también una forma de expresar un prejuicio ¿Quieren para sus hijos ambientes de inclusión de verdad? Eviten que su presencia pueda ser sobrevalorada y manipulada en fotos o redes sociales. Protejan, sobre todas las cosas, su identidad. Sus propios logros, día a día, darán cuenta de ello, naturalmente
  • Estén atentos a sus reacciones emotivas y atiéndalos. No las pasen por alto. Son sentimientos auténticos e importantes para ellos: escúchenlos y traten de analizar lo que les preocupa. Procuren ofrecerles soluciones para que se sientan más seguros. Pero si creen que se les va de las manos y necesitan ayuda, búsquenla

Fuente: Irene Ladrón de Guevara y Ana L. Rangel 

Irene Ladrón de Guevara es mamá de dos, Licenciada en Psicología Escolar por la Universidad Central de Venezuela y Magister Scientiarum en Psicología del Desarrollo Humano, por la misma universidad. Tiene más de 20 años de experiencia en diseño y ejecución de recursos y programas para el mejoramiento de la enseñanza, atención a familias y servicios de salud integral en organizaciones sin fines de lucro, y un título de Experto Universitario en Responsabilidad Social en la UNED (España).

Ana Lisett Rangel es Psicóloga Escolar y Magister Scientiarum en Psicología, con mención Análisis Experimental de la Conducta, por la Universidad Central de Venezuela. Es investigadora y docente del Instituto de Psicología de esta misma universidad desde hace 30 años. Su trayectoria ha contemplado el trabajo en diferentes áreas del desarrollo infantil, educación temprana y educación básica. Tiene varias publicaciones en el área y una hija que ya va a la universidad.

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